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¿Cuántas Leyes?

Por Darío Piana

Nuestros Poderes Legislativos Están Diseñados para Crear Leyes Infinitamente


Cuando, ocasionalmente, alguien se queja de que el Congreso "no hace nada", pienso que ojalá así fuera.


Sería preferible pagarles sus abotagados salarios para que, literalmente, se fueran a sus casas a molestar a sus familiares, en lugar de hacernos la vida cada vez más difícil a todos los demás.


La mayoría de los sistemas de gobierno del mundo incorporan, de alguna forma, un poder legislativo. Es la rama de gobierno que tiene la responsabilidad de "legislar", es decir, de proponer y aprobar nuevas leyes.


Pero, pensémoslo un poco. Si los congresos se dedican, a tiempo completo, a crear leyes nuevas, año tras año, entonces el número de leyes, en teoría, crecerá sin límite alguno.


En el Congreso de EE. UU., como en el de México, diversos comités preparan y proponen diversas propuestas de ley simultáneamente. Son tan numerosas y voluminosas que es imposible dar lectura competa a cada una, así que se votan en paquetes, sin leerse en sesión.


De hecho, cada año se crean tantas leyes que, si una persona se dedicara, todo el año y a tiempo completo, solamente a leer las nuevas leyes que se van creando, no alcanzaría a leerlas todas antes de que se terminara el año y comenzaran a crear más leyes. Literalmente se crean leyes más rápido de lo que alguien las puede leer.


¿Cree usted que exagero?


Lo invito a que intente usted determinar el número exacto de leyes vigentes en su ciudad; federales, estatales y municipales. Desde la Constitución Mexicana, pasando por la Ley Federal del Trabajo, Constitución Estatal, leyes fiscales, del IMSS, INFONAVIT, Afores, reglamentos de trabajo y seguridad, NOMs y todas las demás leyes, reglamentos y regulaciones que se han creado, y que se van creando cada año, en los congresos estatales y federal de nuestro país.


Entonces ¿cuántas leyes tenemos?


Se dará cuenta usted que esa sencilla pregunta es imposible de responder. Son tantas, y se crean tan rápido, que absolutamente nadie puede darle el número exacto de leyes en vigor actualmente, ni en México, ni en EE. UU.


En EE. UU., se estimó recientemente que el número total de leyes vigentes para un ciudadano común estaría en los cientos de miles. Un sitio legal que registra diversas leyes internacionales, estima que, en el mundo, hay más de 4 millones de leyes vigentes.

Esto puede parecer algo académico, pero no lo es.


Puesto que, el ciudadano común no se puede dedicar a leer nuevas leyes todo el año, es seguro que no podrá estar enterado de todas las nuevas obligaciones que le han impuesto sus "servidores" y "representantes".


Además, cada vez más leyes, más allá de prohibir ciertos comportamientos, obligan al ciudadano a hacer ciertas cosas.


Estas leyes le imponen obligaciones positivas, es decir, lo obligan a hacer cosas, más allá de respetar los derechos ajenos. Puesto que no hay forma de que conozca todas las leyes y se entere de todas las cosas que lo obligan a hacer, es casi seguro que todo ciudadano estará incumpliendo en todo momento con algunas leyes.


No será suficiente que un ciudadano se abstenga de robar, dañar o lastimar a otros para permanecer libre. Literalmente, sin hacer nada, violará algunas leyes.

Esto no es casualidad. Entre más leyes, más oportunidades para extorsionar al ciudadano por haber incumplido alguna de las miles de obligaciones que ni siquiera sabía que tenía.


Todo ésto crea un estado policiaco en potencia, con un perverso elemento de arbitrariedad en la aplicación de la ley y, por lo tanto, de la fuerza pública.


Cuando es casi imposible para cualquier ciudadano cumplir con todas las leyes, el Estado puede escoger a cualquier persona, en cualquier momento, y perseguirla por algún incumplimiento.

Esto, en la práctica, le da a cualquier gobierno el poder de perseguir, encarcelar o extorsionar a cualquiera, cuando quiera. Adversarios políticos, reporteros entrometidos, banqueros egoístas, empresarios insolentes y cualquier persona que resulte molesta o que no esté dispuesta a hacer lo que el gobierno le diga, queda expuesta a ser perseguida, o amenazada con ser perseguida. Solo hay que buscar el delito. Si investigan lo suficiente, encontrarán que con alguna ley habrá incumplido el individuo, en algún momento.


Aunque se suponía que las leyes debían servir para definir, es decir, limitar el poder del Estado, haciendo más predecible y menos arbitraria la aplicación de la fuerza pública, en realidad, como hemos visto, una vez que pasan del mínimo número necesario, el efecto se invierte. Terminan por darle cada vez más poder al Estado, y un poder cada vez más arbitrario. Más allá del mínimo necesario, mientras más leyes crea el Estado, menos libertades tenemos todos.

De continuar así, eventualmente, las leyes acabarán por regular y controlar cada aspecto de nuestras vidas, comportamiento, decisiones, acciones, asociaciones y relaciones.


De hecho, cada nueva tecnología, desde el telégrafo hasta el internet, y desde los autos hasta la inteligencia artificial, inspira a legisladores a crear nuevas leyes; a "regular" el nuevo mercado, para que no se convierta en "el viejo Oeste".


Recientemente, en México, se aprobaron, por ejemplo, nuevas leyes que criminalizan el uso de drones para cometer un delito, y restringen la libertad de los ciudadanos para usar drones, particularmente para observar a elementos de la fuerza pública.


Pero ¿son realmente necesarias?


En el caso de las leyes "anti-drones" mexicanas, ¿de qué nos sirve convertir en un delito separado el uso de drones "para cometer un delito", si el uso de los drones en sí no es delito, y el verdadero delito ya estaba tipificado como tal?

¿Por qué no tenemos leyes convirtiendo en delito el uso de cada cosa para cometer otro delito? ¿Qué pasa si alguien usa un teléfono, una licuadora, una bicicleta o un plátano para cometer un delito? ¿Falta legislación?


Esto es evidentemente ridículo. Si alguien usa un dron para, por ejemplo, intentar matar a alguien tirándole una granada encima, como ha sucedido recientemente, no se necesita una nueva ley para perseguir y castigar a esa persona. La ley ya contempla como delito el intento de homicidio. Eso es lo que se debería perseguir. No el usar un dron, o una granada, o un par de zapatos para cometer un delito, puesto que, si no se comete otro delito, tener cualquiera de esas cosas no es, o no debería ser, un delito en sí mismo.


Lo que se debe perseguir y castigar es el comportamiento que, por sí mismo, constituye un delito. Todo lo demás solo sirve, en el mejor de los casos, para imponer penas adicionales a los acusados de cometer lo que en realidad sería un solo delito. Pero, considerando que en nuestro país de todos modos no se persiguen la mayoría de los delitos, toda esta legislación en realidad solo sirve para ir recortando, poco a poco, las libertades de los ciudadanos y, en la misma medida, ir aumentando el poder del Estado.


Es evidente que permitir un poder legislativo permanente es un grave error de diseño de la mayoría, si no es que todos, nuestros sistemas de gobierno.


La mayoría de las leyes que aprueba el congreso implican, de alguna forma, nuevos costos permanentes para los ciudadanos. Por su parte, los ciudadanos no tienen forma de controlar cuánto de su propio dinero incautará el gobierno, ni cómo y dónde lo gastará.


Por eso Gideon J. Tucker, abogado estadounidense del siglo XIX, dijo alguna vez "No está segura la vida, libertad ni propiedad de nadie mientras el legislativo esté en sesión".


Pero entonces ¿qué leyes sí necesitamos? Solamente aquellas que sean necesarias para proteger los derechos legítimos del individuo.

El único propósito legítimo de un gobierno, y de cualquier ley, es proteger los derechos legítimos, naturales y racionales del individuo. Las leyes, para ser legítimas, tienen que ser racionales. Obviamente, violar esos derechos con el supuesto fin de protegerlos es irracional. Una ley que viola un derecho natural individual no es racional. Las leyes que imponen obligaciones positivas a los ciudadanos (es decir, obligaciones más allá de no violar los derechos ajenos) violan el derecho individual de libertad de acción y, por lo tanto, son irracionales, ilegítimas e inmorales.


Mientras las leyes (y la democracia) no estén estrictamente limitadas por los derechos del individuo, y siempre que exista un poder legislativo permanente, la libertad individual estará en constante peligro de ser gradualmente eliminada por el Estado a base de permanente y constante legislación, reglamentación y regulación.





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