Por Darío Piana
¿Cuál es la fuente de los derechos naturales?
La filosofía libertaria se apoya de forma importante en el concepto de los derechos naturales del individuo. Pero ¿de dónde vienen esos derechos?
Los libertarios estamos de acuerdo en que todos los individuos tenemos ciertos derechos naturales, como el derecho a la propiedad privada, el libre movimiento, la libre expresión y la libre asociación.
Entendemos que los legítimos derechos naturales del individuo no están en realidad sujetos a debate, negociación, ni voto. Sabemos que no son, ni pueden ser, creados ni eliminados por gobiernos, leyes, ni plebiscitos.
Sin embargo, hay algunas diferencias de opinión respecto al origen específico de dichos derechos naturales.
Entre algunos libertarios, la opinión prevalente es que los derechos naturales vienen de Dios. Esta opinión popular es, cuando menos en cierta medida, producto de la historia y tradición de EE. UU.
Como muchos sabrán, la Declaración de Independencia, uno de los documentos fundamentales de ese país, célebremente dice:
"Sostenemos estas verdades como evidentes por sí mismas, que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre ellos, la vida, la libertad y la persecución de la felicidad."
Más allá de que se menciona un "Creador" y no a "Dios", es interesante notar que se describe la propuesta de que todos los hombres tienen ciertos derechos inalienables como una "verdad evidente por sí misma", es decir, obvia para cualquier persona, sin necesidad de mayor comprobación que enunciarla.
También hay quienes, por otra parte, sostienen que estos son derechos humanos, productos directos de la condición humana y comunes a cualquier ser humano. ¿Cómo es que la condición humana, por sí misma, genera ciertos derechos, y no otros (como, por ejemplo, el derecho al libre movimiento y a la libre expresión, pero no el derecho a la alimentación, o a la vivienda)? Eso es menos claro.
Aun otros, proponen que la Naturaleza misma es necesariamente la fuente de los derechos naturales. Según la teoría de Ley Natural, la observación del orden natural de las cosas puede revelar los derechos naturales del hombre. Esta teoría considera que la razón es la herramienta que nos permite discernir las guías éticas y morales inherentes al mundo Natural.
Por su parte, ante todo esto, quienes apoyan al socialismo frecuentemente cuestionan la legitimidad de los derechos individuales, de los derechos naturales y, en algunos casos, de cualquier derecho. ¿Existen realmente estos derechos, o son meramente fantasías y buenos deseos? ¿Cómo podemos probar que son "reales"?
Pero ¿qué es un derecho?
Por supuesto, un derecho no es un pedazo de papel, ni una piedra grabada. Un derecho no tiene forma física. Los derechos son producto de una lógica compartida y de un razonamiento que lleva a un entendimiento compartido sobre ciertos conceptos abstractos, fundamentales a la idea del derecho, como lo son la libertad, el bien y el mal, la justicia y la injusticia.
Por lo tanto, queda claro que los derechos son conceptos racionales abstractos; son producto de la razón. En otras palabras, la razón es la fuente de todo derecho legítimo, y todo derecho legítimo será necesariamente racional.
Por otra parte, es importante entender que el hecho de que los derechos naturales sean conceptos racionales, como dijimos, no quiere decir que sean subjetivos, ni fantasías, ni que no existan, o no sean reales. De la misma forma que las matemáticas funcionan calculando un resultado a partir de ciertas premisas conocidas y siguiendo ciertas reglas lógicas, los derechos naturales son derivados lógicos de principios y verdades observables.
Siendo conceptos racionales lógicos, al igual que las matemáticas, ante ciertos problemas y aplicando ciertos principios compartidos, quien se tome el tiempo de razonar, y lo haga correctamente, llegará siempre a las mismas conclusiones.
Para entender los derechos naturales, hay que tener ciertos principios claros. Deducir y discernir principios filosóficos fundamentales requiere la capacidad de razonar; requiere el uso de la lógica, y de entendimientos compartidos de una realidad común.
Pero, desafortunadamente, una de las razones por las que el socialismo ha contagiado tantas mentes es precisamente que esa capacidad y esos entendimientos compartidos son cada vez más escasos.
Gradualmente, la mayoría de la población ha ido perdiendo la capacidad de pensamiento crítico y análisis objetivo, de expresar conceptos abstractos complejos, de presentar argumentos y cuestionamientos lógicos y persuasivos; en pocas palabras, de razonar.
Ayn Rand advirtió, hace ya más de 60 años, del peligro que constituían el subjetivismo filosófico y el relativismo moral que se popularizaban cada vez más entre académicos universitarios de EE. UU.
Hoy, es común que, en una discusión, alguien proponga ideas que son claramente producto de esos errores, como sugerir que lo que es real para una persona, puede no serlo para otra, que cada persona vive "su propia realidad", que la realidad es subjetiva o que la realidad simplemente "no existe".
De hecho, la idea de que cada persona genera y puede alterar su propia realidad directamente a partir de sus sentimientos y pensamientos, simplemente "vibrando a otra frecuencia", se ha hecho muy popular, particularmente, como podría predecirse, entre los jóvenes. Estas ideas recicladas del "New Age" frecuentemente pretenden legitimarse apoyándose en explicaciones superficiales y mal entendidas de conceptos de la física cuántica, valores prestados de diversas religiones, buenos deseos y buenas intenciones.
Ante este tipo de arena movediza intelectual, el objetivismo responde con la idea de que la realidad es tan objetiva como la vida y la muerte.
Por ejemplo, una persona podría decir que el precipicio que ve frente a él es real, mientras otra persona podría responderle que "solo existe en su mente". El debate podría durar horas. Pero si, en cierto momento, la persona que dice que el precipicio no existe estuviera dispuesta a caminar más allá de donde la otra persona ve la orilla, quedaría probado que una de ellas tenía razón y la otra se equivocaba. Es decir, quedaría probado que la realidad existe, independientemente de nuestra percepción, experiencia y errores. La realidad es el máximo argumento.
Por lo tanto, el hecho de que un individuo sobreviva día tras día, quiere decir que, cuando menos hasta cierto punto, está entendiendo la realidad correctamente, puesto que no cae en los precipicios, ni se ahoga en los lagos, ni muere de hambre por comer comida imaginaria.
Por eso, una parte fundamental y subyacente de la lógica libertaria es que la realidad existe y es objetiva, y que la razón es la herramienta que los humanos tenemos en común para conocerla. Usando la razón y la lógica, podemos comunicar ideas, hacer preguntas, argumentar, negociar, y llegar a entendimientos compartidos y acuerdos mutuos.
Los derechos naturales, como dijimos, son producto de la razón. Es la razón la que revela cuáles exactamente son los derechos naturales del individuo y cuáles no.
Los derechos naturales se derivan directamente como consecuencias lógicas de la aplicación consistente de ciertos principios fundamentales.
El primero es principio del derecho de propiedad de uno mismo. Es decir que, en la medida que alguien puede considerarse dueño de la vida de un individuo, el mismo individuo es el único que puede considerarse dueño de su propia vida. Ninguna otra persona o grupo, ni el Estado, ni el rey, ni la mayoría, tiene un derecho natural, racional ni legítimo a considerarse dueño de otro individuo.
Este principio se deduce del hecho observable (una verdad evidente por sí misma) de que cada persona es la única que vive su vida, la única que piensa sus pensamientos, siente su dolor y su felicidad, y la que más directamente sufre las consecuencias de sus acciones. Es un hecho observable que cada persona nace en plena y exclusiva posesión de su propia vida y cuerpo, y de los de nadie más. Esto es natural y evidente. Por lo tanto, cada persona es, de hecho, la única dueña de su propia vida. Por lo tanto, se deduce que tiene el derecho natural a su propia vida.
Del derecho a considerarse dueños de su propia vida, se deriva lógicamente que cada individuo es por lo tanto también el único dueño legítimo de su propio cuerpo, tiempo y energía. De esos hechos, se deriva que cada individuo tiene un derecho natural a hacer con su cuerpo, tiempo y energía lo que le plazca, siempre y cuando no viole los mismos derechos ajenos. Tiene libertad de acción.
Puesto que es dueño de su tiempo y energía, cuando un individuo trabaja y los combina con herramientas y materiales propios, o que no tienen otro dueño, como la tierra o recursos naturales, es lógico que el único que tiene el derecho legítimo a disfrutar del resultado de ese trabajo es el mismo individuo. Es decir, tiene un derecho natural, racional, legítimo y moral a la propiedad privada del producto de su trabajo.
Como consecuencia, puesto que los individuos son dueños de su propia vida y tienen derecho a la libertad de acción y a la propiedad privada, se deriva que tienen derecho a asociarse, hacer intercambios voluntariamente y, en suma, a hacer de sus vidas lo que les plazca.
Y puesto que cada individuo tiene estos derechos solamente sobre su propia vida, y no sobre la vida de otros, se deduce que ningún individuo tiene derecho a la propiedad de otros, ni a quitarles sus vidas o libertades por la fuerza.
Finalmente, de la premisa que nadie tiene derecho a arrebatar por la fuerza la vida, libertad o propiedad de otro individuo, se deduce que cada individuo tiene el derecho natural a ser libre; es decir, a vivir libre de la iniciación de la fuerza, el robo, el fraude la coerción, y la extorsión.
Cuando un individuo vive libre de esas opresivas amenazas, ese individuo es libre. Cuando todos los individuos viven de esa forma, existe un Estado de Libertad.
Nótese que ninguno de los legítimos derechos naturales del individuo implican costo alguno para otras personas.
El derecho a libre movimiento, por ejemplo, no implica un derecho a viajar gratis. Si así fuera, el respeto de los derechos de unos requeriría la violación de los derechos de otros, lo cual sería irracional y, por lo tanto, ilegítimo, injusto e inmoral. Como se podrá apreciar, esé es el problema de nuestros actuales sistemas de gobierno. Es por eso que no funcionan.
El segundo principio clave para la filosofía libertaria es el "Principio de No Agresión", es decir, el rechazo de la iniciación del uso de la violencia en las relaciones humanas. Este principio es en sí una consecuencia de entender que cada persona tiene derecho a disfrutar su vida, por un lado, y por otro lado del entendimiento de que la fuerza es ilegítima como fuente de derecho. El único uso legítimo de la fuerza es la defensa propia, incluyendo la defensa de la vida, libertad, propiedad, familia y comunidad.
De hecho, si lo analizamos, el inicio de la violencia es el abandono de la razón. Es el último recurso de quien no pudo persuadir al otro con argumentos lógicos y racionales, y pretende hacerlo por la fuerza.
Como consecuencia, la violencia iniciada contra personas pacíficas nunca puede considerarse fuente de derecho legítimo alguno. La teoría de que la fuerza hace al derecho es, literalmente, la ley de la selva. Lo que nos separa de los animales es, precisamente, el reconocimiento de que incluso nuestros semejantes más débiles tienen los mismos derechos que los más fuertes. El hecho de que nuestro vecino sea más débil, por ejemplo, no nos da derecho a matarlo, o a quedarnos con su casa.
Este principio implica que no es legítimo iniciar el uso de la fuerza contra alguien simplemente porque no ha hecho algo que quisiéramos que hiciera, pero que tampoco ha hecho daño a nadie.
Esto incluiría cosas como el no haber pagado impuestos, el no haber obtenido un permiso de negocios, o un pasaporte para viajar, o una licencia para conducir. Al usar la coerción para cobrar impuestos y para obligar a la gente a obtener licencias y permisos para hacer cosas que son legales, o deberían serlo, se viola este principio.
Un tercer principio fundamental de la teoría libertaria, aunque generalmente queda implícito, es que el fin no justifica los medios. Si así fuere, cualquier violación de los derechos individuales podría ser justificada citando cualquier "buena" intención, bien mayor o fin superior.
A ese respecto, Immanuel Kant, uno de los campeones originales de la razón y la libertad, aportó un valioso concepto a la teoría de la libertad con la idea de que cada individuo es un "fin en sí mismo", es decir, que cada individuo existe por su propio bien, y no para servir a algún otro fin.
Esto evidentemente va en contra de todas las formas de colectivismo, que buscan convertir a los individuos en materia prima o herramientas, cuya razón de existir es ponerse al servicio de alguien más, y ser usadas por el Estado, la nación, la raza o la tribu para obtener algún beneficio futuro, supuestamente mucho más importante que la insignificante vida del individuo. "Piensa, Oh, Patria querida, que el Cielo, un soldado en cada hijo te dio".
Finalmente, es importante mencionar que parte clave de la filosofía individualista, que es raíz del libertarismo, es el reconocimiento implícito de que, por lógica, un grupo de personas no adquiere, por reunirse o actuar en grupo, ningún derecho que no tuvieran antes como individuos.
Una consecuencia clara e importante de esto es que, puesto que ningún individuo tiene el derecho a iniciar la violencia para hacerse de la propiedad de otro, entonces ningún grupo de individuos, ni siquiera una mayoría de votantes, puede tener ese derecho.
Lo que esto implica para todos los Estados y gobiernos, por muy democráticos que puedan ser, es estremecedor:
Para que una democracia sea legítima, tiene que estar estrictamente limitada por los derechos del individuo, incluyendo el derecho a la propiedad privada. Ni votando, ni aprobando leyes es legítimo quitarle su propiedad por la fuerza a ninguna minoría, ni siquiera a la mínima minoría, que es el individuo.
Si se entienden, aceptan y aplican estos principios, se puede deducir y discernir cuáles, y cuáles no, son los derechos naturales, legítimos, morales y racionales del individuo, así como también se puede calcular y deducir cuál sería la posición racional y libertaria ante casi cualquier tema y situación. Razonar correctamente lleva a entender los derechos naturales correctamente.
En la batalla por la libertad, la razón es el arma más poderosa. No se puede acabar con los errores ni eliminar las malas ideas a golpes ni a balazos.
Es necesario establecer un diálogo que, con argumentos y razonamientos lógicos pueda, eventualmente, persuadir a una mayoría de la población de las virtudes de la libertad, mostrándole claramente los errores del colectivismo y del autoritarismo.
La capacidad de razonar es tan importante y tan significativa al concepto del derecho natural, que Kant consideraba que la naturaleza racional del indivdiuo era el elemento central que lo dotaba de dignidad y valor inherentes.
Entre libertarios, se ha postulado muchas veces el dilema teórico de lo que pasaría si, un día, un perro, o un chimpancé, de alguna forma, lograran comunicarnos un reclamo por la violación de sus derechos y exigieran el reconocimiento y respeto de su derecho a ser libres. Habiendo probado su capacidad de razonar, probablemente sería ineludible reconocer ese derecho. Su capacidad de razonar los haría libres.
Es la razón la que lleva a un hombre encadenado a entender que quienes pretenden esclavizarlo no tienen el derecho legítimo a hacerlo y que, aun encadenado, sigue teniendo el derecho legítimo a ser libre. Todo esto, independientemente de lo que diga rey, ley o mayoría alguna. Entender por qué tiene el derecho legítimo a la libertad y lo que ese derecho implica dota al individuo de una dignidad que nunca más pierde.
Al mismo tiempo, es la incapacidad de razonar claramente la que lleva a algunos a, de muchas formas, aceptar su propia esclavitud al Estado como legítima, inevitable, necesaria, o incluso deseable. Es solo cuando el hombre encadenado acepta su esclavitud como legítima o inevitable que realmente se convierte en esclavo.
Quien pueda pensar claramente, entenderá, tarde o temprano, que tiene el derecho natural a ser libre, y porqué. Esa comprensión reveladora hará imposible que acepte nunca más ser esclavo de otros. Le permitirá reconocer las ideas y argumentos que buscan esclavizarlo, entender el error que las genera y exponer argumentos persuasivos que exhiben y corrigen ese error.
Por eso, la primera batalla en la lucha por la libertad es la batalla por la propia mente. Es decir, la lucha comienza con la batalla por preservar y defender nuestra propia capacidad de razonar. Eso es lo que nos permitirá llegar a tener principios claros y correctos.
El individuo que razona, entiende que es libre por propio derecho, y que no es legítimo esclavizarlo por ningún fin; ni por el bien común, ni por la seguridad nacional, ni por su propio bien.
A un hombre que entiende eso, se le puede encadenar, torturar o matar, pero nunca más se le puede esclavizar.
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